18 Jul
18Jul

Por Arturo Santillán

Muchos éramos unos niños cuando, en 1994, la casa del ratón estrenó El rey león. La muerte de Mufasa fue una de las primeras decepciones y pérdidas que tuvimos que enfrentar en la vida y que hasta ahora no podemos olvidar (a título personal, debo decir que fue más fuerte para mí que la de la mamá de Bambi); ante nuestros ojos aparecían personajes entrañables y grandes técnicas de animación que en ese momento eran las más avanzadas, cabe recordar que la escena de la estampida tardó 3 años en realizarse y fue realizada por computadora; todo esto aunado a canciones que quedarían en nuestra mente para toda la vida.

Después de esta entrega se hicieron versiones teatrales alrededor del mundo debido al éxito que tuvo la película y en especial su música. Hoy, después de 25 años, nos encontramos con un gran espectáculo visual donde podemos apreciar cada detalle en el pelaje de los personajes, los escenarios naturales tan bien fotografiados que nos hacen pensar a ratos sino nos encontramos en un documental de animales; aquí es donde ocurre algo que nos bloquea por momentos y es la conexión entre las voces y las animaciones en los rostros de los personajes que no llegan a ser del todo conectadas sobre todo con los números musicales lo que evita que seamos creemos afecto con esta nueva versión.

Fuera de esto, el carisma de Timón y Pumba se llevan la película ya que son graciosos y logran la magia que la película en general no hace. Por eso es que cerramos diciendo que aquella versión de 1994 es una historia que apela a las emociones, que crea una recuerdo que se mantendrá con el paso de los años, mientras que la versión 2019 es una propuesta que sorprende en lo visual, pero que gracias a su manera tan real de ser presentada, no logra crear un lazo entrañable con el espectador.

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